jueves, 8 de enero de 2009

Año "Nuevo" invento del hombre


“La imagen móvil de la eternidad”, llamó Platón al tiempo. El movimiento del tiempo cronológico se nos escapa aunque hayamos inventado el reloj, esa trampa para atrapar al tiempo. Pero el tiempo, como dicen los antiguos relojes de pared, huye. Se nos va. Necesitamos que el tiempo cronológico no sólo “suceda”, sino que se haga “sucesivo”.
Estas distinciones, claro está, son sólo válidas y tienen sentido únicamente para el hombre. A la naturaleza, los astros, los animales, les tiene sin cuidado el paso del tiempo. En este sentido, el tiempo (y por ende el “Año Nuevo”) es un invento del hombre. Su mayor y más enigmático, más inescrutable invento, quizá. Y, sin embargo, no sabemos cómo decir lo que es el tiempo. San Agustín lo intentó y escribió: “si no me preguntan lo que es el tiempo, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé, pero mi alma arde porque quiere decirlo”.
Sí. El tiempo es un invento del hombre. Hay, eso sí, una forma del tiempo que, además de ser invento del hombre, es también hechura suya. Es el llamado “tiempo histórico”. El tiempo estático, congelado, de la historia. Es hechura suya porque es el tiempo que hace al hombre con su tiempo, con el tiempo “puro”, tiempo “a secas”, tiempo “cronológico”. El tiempo histórico, que el historiador -o cualquier hombre al recordar su propia vida- divide conveniente e ilusoriamente en “épocas” y “períodos”, es, como el reloj, una trampa que se le tiende al tiempo para atraparlo y luego desmenuzarlo, ordenándolo racionalmente, buscándole y encontrándole explicaciones disímiles.

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